Carla Hodel, una psicóloga argentina en Tampa Bay Rays

De tonada incierta, cuando uno la escucha no puede determinar de dónde es. Su voz lleva un mix de países latinoamericanos como consecuencia de haber crecido en Miami, pero sus orígenes la llevan a Alta Córdoba, donde fue criada hasta finalizar el jardín de infantes. Se trata de Carla Sofía Hodel, una joven argentina cuya pasión por ayudar al otro la llevaron a trabajar con la organización campeona de la Liga Americana en 2020 y finalista de la última Serie Mundial, los Tampa Bay Rays.

Sí, además de Martín Bater (Arizona Diamondbacks), Martín Rasumoff (Cleveland Indians) y el dueño de minoritario de Los Angeles Dodgers con descendencia gaucha, Alan Smolinisky, BéisbolArgentino.com.ar halló a una nueva compatriota involucrada con el béisbol de más alto nivel.

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La historia de Carla nos lleva al penoso año 2001, cuando nuestro país estaba en llamas y muchos optaron por probar suerte en otras latitudes. Su madre, empleada de una clínica dental, recibió una oferta para abrir una sucursal en Miami, aunque no estaba del todo convencida de la oportunidad. Sin embargo, tras sufrir un violento robo, la balanza se inclinó hacia el norte. Sus padres armaron las valijas y viajaron hacia la tierra de las oportunidades, pero ella y su hermano debieron quedarse en Córdoba ante la falta de papeles para poder migrar. Fue un año duro para la familia Hodel, hasta que la burocracia les permitió reunirse nuevamente.

Con mi hermano sabíamos que nos íbamos a mudar. Nos pusieron en clases de inglés a los 6 y 7 años en Córdoba, pero era difícil porque nuestra familia estaba en Argentina. Lo único que sabía era que me iba a mudar a Disney”, recordó Carla con una sonrisa, quien así comenzó su adaptación a un país con un idioma y una cultura distinta. Por suerte, la gran comunidad latina con la que cuenta esa ciudad le facilitó el proceso.

Hincha de River, de pequeña jugaba al fútbol con su hermano, pero ya instalada en Estados Unidos buscó otro tipo de actividad, algo distinto y novedoso para cualquier argentina: “Decidí ser porrista. Es como la danza, pero tenés que saber de gimnasia y cómo tirar a las personas por el aire. Hay competiciones nacionales y en la universidad fuimos campeones. Es un mundo muy difícil, intenso. Acá lo clasifican como el deporte más difícil y peligroso para las mujeres”.

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Carla terminó la escuela secundaria e ingresó a la Universidad de Nueva York para estudiar medicina y volcar esos conocimientos al deporte, pero algo no le gustaba: “Cada vez que tenía un atleta delante mío, yo estaba más preocupada por su bienestar mental. Procuraba ayudarlo mentalmente más que físicamente. En esos momentos tomaba una clase de psicología y me encantaba. Empecé a estudiar lo que era y encontré una oportunidad de trabajo en la universidad militar de psicóloga deportiva”.

Siendo latina me dijeron que iba a tener futuro en el béisbol, porque ahí hay muchos jugadores latinos y siempre buscan personas que hablan en español. Cuando empecé a trabajar me enamoré del deporte y decidí que iba a hacerlo en el plano profesional. Comencé mi relación con los Rays antes de obtener mi maestría”, explicó sobre sus inicios en la organización.

El juego mental, su pasión

No es algo en lo que se piensa mucho. Cuando hablamos del pelotero hablamos de qué rápido puede lanzar, de cómo batea, pero pocos o nadie hablan de su juego mental. El jugador debe tener la habilidad de concentrarse y tomar decisiones rápidas. Es un juego largo, y puede haber veces en que se hace lento y así y todo tiene que tener la habilidad de estar concentrado y motivado, por más horas que dure el partido. Puede ser que estés en el outfield y que no pase nada durante toda la tarde, pero de repente batean hacía allá y tiene que reaccionar rápido. Todo eso pasa en la mente. Creo que el jugador debe tener una fortaleza mental que nadie tiene”, sostiene Carla convencida por su experiencia en otros deportes.

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Como coach de habilidades mentales (mental performance coach), es parte del staff de entrenadores que trabaja con jugadores de ligas menores. Del mismo modo que hay entrenadores de defensa, de bateo o de pitcheo, Carla se define como “la entrenadora de la mente”. Su función es que los atletas logren tomar las mejores decisiones, se relajen y que se mantengan concentrados a lo largo del juego. Pero todo comienza conociéndolos. “Todas las personas son diferentes. Lo que me motiva a mí va a ser muy diferente a lo que lo motiva a vos. Mi trabajo es reconocer esas motivaciones y usarlas a favor del deportista”.

– ¿Cuál es la gran diferencia entre los jugadores latinos y los estadounidenses?

– Es extremadamente diferente. Yo creo que siendo Argentina, siendo alguien que se mudó acá, reconozco lo difícil que es dejar a tu familia y a tu país para hacer tus sueños realidad. Para los peloteros es el mismo proceso. Dejan todo para mudarse a un país totalmente nuevo, con un lenguaje y un sistema educativo diferente. La mayoría de los latinos no tienen la opción de estudiar y jugar al mismo tiempo. En una edad bien joven deben tomar la decisión de si jugarán o si estudiarán. Extrañan a sus familias, extrañan a sus padres y no saben hablar muy bien el inglés. Y tienen que comunicarse con sus compañeros de equipo, entrenadores y no pueden porque no saben el idioma. Si veo a un nativo en su país y luego en Estados Unidos, es totalmente diferente. En su país están cómodos, aquí incómodos, pero igual deben saber cómo hacer su trabajo.

– ¿Tu trabajo influye directamente en lo deportivo?

– Sí, absolutamente. El otro día estaba con un receptor venezolano y el lanzador era norteamericano, y vi que el catcher lo fue a visitar a la loma. Yo sabiendo que el cátcher no habla mucho inglés, me puse curiosa de saber de qué estaban hablando. Su lenguaje corporal era que se estaban comunicando y se entendían. Entonces le pregunté qué le había dicho y me dijo que trató de decirle que se relaje, que respire y todas esas cosas son las que yo les enseñé. El catcher es otro entrenador dentro del terreno, tiene que saber cómo motivar a sus lanzadores y relajarlos. Ellos toman esa información para ayudarse personalmente y para ayudar a sus compañeros de equipo.

– ¿De acuerdo a la posición de cada jugador se lo motiva de una u otra manera, o es la misma para todos?

– Es diferente, a cada jugador y posición se les habla distinto. Yo reconozco toda la ciencia de la psicología humana. La entiendo, pero debo saber cómo hacerlo para cada uno. Cómo se concentra un shortstop es distinto a cómo se concentra un outfield. Es diferente a los coachs que se enfocan en otras partes del juego, tenemos un coach para los infielders, otra para los outfielders y demás, yo tengo que saber todas esas posiciones y hablar con todos los entrenadores para saber qué está haciendo con cada jugador, y aplicar lo que yo sé de la psicología en ese atleta.

-¿Cuál es la posición más compleja?

– Siempre estoy aprendiendo. Cada vez que me siento con un jugador le digo: “Yo no sé cómo se siente subir a la loma, correr las bases, no sé porque nunca lo jugué, pero lo que sí sé es cómo se siente trabajar bajo presión, entrar al terreno con baja motivación. ¿Por qué no trabajamos juntos? Vos enseñame tu arte y yo te enseño del juego mental”. Para mí la posición más complicada son los catchers: tienen que jugar al ajedrez, saber qué jugador va a venir, qué pitcheo va a buscar ese bateador, quién es el lanzador. Cuando me di cuenta de eso supe que que tenía que aprender de todo porque ellos tienen mucho en la mente y yo tengo que ayudarlos a manejar esos pensamientos.

-¿A los coaches los asisten mentalmente?

– Sí, yo siempre le digo que ellos son sus propios entrenadores de la mente. Todos deben saber cómo motivar y qué decirles a los atletas, cómo tomar decisiones. Algo que hacemos muy bien es decirles a los coaches que estamos para ellos como estamos para los jugadores, porque son humanos, tiene que saber cómo relajarse, cómo manejar sus pensamientos. Y somos todos un equipo, yo no soy la única entrenadora mental, todos trabajamos para ayudar a todos.

– Además, el béisbol es un deporte donde fallás todo el tiempo. ¿Cómo lo trabajas?

– Si, es un juego de fallar. Un bateador falla siete de diez y es un súper bateador. Tenés que saber cómo fallar y cómo fallar bien, que es algo difícil. Cuando uno erra depende de nuestra perspectiva: “Si yo fallo pero aprendí algo de eso para hacer una versión mejor de yo misma, gané”. Animamos a nuestros jugadores a fallar porque así es como aprendemos. Si todo nos salen bien, nunca aprendemos. Si todo te salió mal y erraste 100 veces, ahí es donde tuviste que parar y analizar qué te salió bien y qué te salió mal.

– ¿Qué querés decir con “fallar bien”?

– Me refiero a que hay que aprender. Cuando fallo me tengo que preguntar qué me salió bien, qué me salió mal y qué tengo que mejorar. Yo así reflexiono en lo que acaba de pasar, entiendo lo que acaba de pasar y qué tengo que hacer mejor mañana. Ya pasó, cierro el libro y vamos a seguir entrenando.

-¿Hay jugadores que te dicen que no les salió nada mal?

– No me pasó personalmente, pero estoy segura de que eso pasa en sus mentes. Si uno le sale todo bien, le voy a preguntar en qué nivel de relajación estaba, cuál era su enfoque y yo tomo nota de esas respuestas para poder replicar lo que salió bien. Cuando ese pelotero no está teniendo un buen juego, yo le puedo decir cómo era su nivel de energía cuando la misma situación le salió bien. Vamos a tratar de llevarlo ahí de nuevo.

-¿Es fácil llevarlo a ese lugar?

– Sí, depende. Hay jugadores a los que sólo le digo una palabra y le enciende una luz en la cabeza, mientras que a otros le toma tiempo, hay que ser pacientes con ellos. Ahí es cuando la personalidad entra en juego, tengo que saber cómo manejar a cada una.

– ¿Se trabaja mentalmente en situaciones particulares del juego?

– Personalmente trataría en que no se enfoque en el resultado, porque eso no se puede controlar. Hay pocas que se pueden controlar y una de esas es cómo estás pensando. En vez de estar concentrado en el resultado, el jugador debe pensar en el proceso. Qué debo hacer para llegar acá. O sea, si el jugador tiene que llegar a tercera base: ¿qué tengo que hacer para llegar allí? Tengo que leer el pitcheo, la situación, cuántos strikes, cuántas bolas, tengo que saber diferentes cosas. Pensar en el proceso, porque si pensamos en el resultado, estamos pensando en una situación del juego y eso nos pone nerviosos, nos desenfoca y eso no ayuda para un mejor rendimiento.

– Decís que hay muy pocas cosas que se pueden controlar en el béisbol…

– Creo que todo lo que tenga que ver con el resultado de algo no se puede controlar. En el béisbol, si sos bateador, no controlás los pitcheos que te van a llegar, no podés controlar al árbitro, es humano. No te podés enfocar en esa frustración. El pelotero que está enfocado en cosas que están fuera de su control, está perdiendo espacio mental en cosas que lo podrían estar ayudando.

La llegada de la sabermetría

– En Tampa el béisbol moderno llegó para quedarse. ¿El atleta lo maneja bien? ¿Lo comprende?

– Es difícil, es algo que se va a quedar porque es la nueva manera de jugar. Tengo que entender todos los números. En el béisbol profesional medimos todo lo que podemos. Tenemos que reconocer esos números y que los atletas los entiendan, porque es mucha información. Primero queremos que tiren duro, que corran y bateen duro, pero luego les tenemos que dar la ciencia, poner el bate en determinado ángulo, tirar de esta posición, girar de esta manera y a veces esa ciencia los pone incómodos y nosotros debemos asegurarnos de que se sientan cómodos. Yo tengo que enseñarles eso, ayudarles a manejarlo y no es fácil. Para nosotros eso es nuevo y todos debemos adaptarnos.

– ¿Tuviste contacto con los jugadores que perdieron la Serie Mundial?

– Yo no estuve en contacto, pero sí con mi jefe. Nuestra mentalidad es que se volverá a intentar en la próxima temporada. Todos en la organización queríamos resultados diferentes, pero estamos agradecidos por la oportunidad. En lo personal estoy contenta del trabajo que realizaron, cómo lo lograron. Estar en la Serie Mundial no es fácil. Ya estamos enfocados en el 2021.

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